Buenos Aires, Viernes, 22 de Noviembre de 2024

Venta Callejera: ¿Inclusión o Precarización?

Escribe: Silvana Emperador

La venta en el espacio público es una de las problemáticas vigentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En mayor o en menor medida, las calles de los barrios porteños se ven ocupadas por puestos que ofrecen a los transeúntes diversos productos: indumentaria, calzado, DVDs, CDs, juguetes, relojes y fantasías, accesorios como, por ejemplo, carteras, entre otros.

 

Las imitaciones fraudulentas de marcas registradas y la comercialización ilegal de productos originales, en otras palabras la piratería, son las características sobresalientes de la venta callejera. Esta situación atenta contra el comercio legalmente establecido, que paga sus impuestos y cumple con los requisitos estipulados por la ley para la venta de sus productos. Al mismo tiempo, genera inconvenientes a los peatones, quienes ven reducido y obstaculizado el espacio por el cual circulan.

 

La venta callejera y la consecuente invasión del espacio público es denunciada, desde hace varios años, por entidades tales como, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) y sus cámaras asociadas, que defienden a los pequeños y medianos comerciantes, tradicionales de calles y avenidas de nuestra ciudad.

 

La calle Florida, uno de los íconos del microcentro porteño, es, al mismo tiempo, uno de los sitios donde la venta callejera domina la escena. Desde Av. de Mayo hasta Marcelo T. de Alvear, el espacio público que representa Florida es invadido por una gran cantidad de manteros. Así, justo en medio del comercio tradicional, se abre paso una fila ininterrumpida de mantas con mercadería de dudosa procedencia y cuya venta apareja evasión impositiva. En simultáneo, la gran afluencia de trabajadores diarios de la zona, turistas y público en general, sortean con malabares apresurados el recorrido que deben realizar.

 

Otro caso emblemático que podemos citar refiere a los parques y plazas. Tiempo atrás, las ferias de artesanías eran las protagonistas de esos lugares. Mostraban a sus visitantes productos singulares, resultado de la habilidad del artesano y del trabajo dedicado de aquel que lo realizaba. En ese entones, Parque Centenario exhibía una feria con artesanías pero hoy, como huella de la crisis que atravesara el país hace una década, los puestos ofertan a sus visitantes productos de variada índole, desde prendas de vestir usadas hasta juguetes de locales de comida rápida.

 

Entre los parques, también sobresale el Rivadavia. Antaño el lugar constituía un punto de venta de libros usados, era el sitio de referencia para madres que buscaban un buen precio en manuales escolares. Sin embargo, desde hace varios años, Parque Rivadavia se caracteriza por la oferta de nuevos productos: películas, CDs y videojuegos piratas, que dejan poco margen a los libros y las revistas usadas.

 

Desde otra cara, el fenómeno de la venta callejera revela la posición social y económica de ciertos sectores que buscan una vía alternativa para vivir. El mercado laboral de hoy es competitivo y exigente, la posibilidad de obtener un puesto digno de trabajo es anhelada por cada aspirante. Sin embargo, no todos pueden ver realizados sus deseos.

 

Ante este panorama contradictorio, en el cual se involucran múltiples actores sociales, es necesario encontrar un punto de consenso. La competencia desleal entre el comercio irregular y el legal debe ser atendida, ni más ni menos, por las leyes comerciales vigentes. Es necesario, por el bien común de la sociedad en su conjunto, respetar las normas que regulan la actividad comercial.

 

A fines de 2010, el diputado Bruno Screnci Silva presentó un proyecto que pretende legalizar la venta clandestina, permitiendo vender todo tipo de productos (no solamente artesanías) en el espacio público. Si bien es claro que las leyes deben modificarse acorde a la coyuntura vigente, es necesario que ese ajuste sea considerado en el marco del bienestar de todos los actores sociales.

 

La legalización de la venta callejera promueve la precarización de las condiciones laborales y naturaliza la situación de exclusión que atraviesan los sectores socioeconómicos con un poder adquisitivo casi nulo. Un proyecto legislativo que avale ese tipo de actividad comercial lejos de contribuir a consolidar una sociedad igualitaria instala como “lo normal” la exclusión de determinados grupos sociales.

 

Un censo que arroje resultados acerca de la realidad que entraña la venta callejera quizá sea el primer paso para dar respuesta a las problemáticas que aquella genera. El proyecto legislativo que encauce los inconvenientes que se derivan de la venta de los puestos situados en calles y avenidas debe atender la realidad social de fondo, sin reducirse a los signos visibles que de ella emergen.

 

El relevamiento del estado de situación de la venta callejera permitirá comprender el entramado complejo de esa actividad. Los puestos y ferias de venta ilegal sostienen intereses económicos de grupos sociales emergentes que, a costa de la pobreza de otros, financian sus emprendimientos comerciales al margen de la ley y del resto de la sociedad.