Buenos Aires, Viernes, 22 de Noviembre de 2024

El fin de un proceso

Escribe el Dr. Hugo C. Perri

            La independencia nacional fue declarada el 9 de julio de 1816 por el Congreso de las Provincias Unidas de América del Sud, reunido en San Miguel de Tucumán en la casa que perteneció a Francisca Bazán de Laguna. Era una construcción de fines del 1600 que ésta había recibido de sus padres como dote al casarse con Miguel Laguna. Es conocida como “Casa de Tucumán” o “Casa de la Independencia” y se la eligió  para neutralizar la hegemonía porteña.

                  Inauguró sus sesiones el 24 de marzo de ese año  con la presencia de 33 miembros. Participaron diputados de todas las provincias con excepción de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental. También estuvieron allí enviados de las provincias del Alto Perú como Charcas, Cochabamba, Tupiza y Mizque. La mayoría eran abogados o sacerdotes.

              Aquel día glorioso, bajo la presidencia de Francisco Narciso de Laprida que era el representante de San Juan, se rompieron los lazos de sujeción política que los gobiernos locales tenían con la monarquía española y se proclamó la independencia de toda dominación extranjera. Al doctor Juan José Paso, diputado por Buenos Aires de reconocida trayectoria pública, le cupo el honor de leer el Acta en su condición de secretario. El texto, en una de sus partes, dice: “Es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Los congresales se comprometieron a asegurar “con sus vidas, haberes y fama” la emancipación de los pueblos de la América del Sud.

                    Previamente, el 3 de mayo, el Congreso había decidido designar un Director Supremo que conformara a todos. Resultó elegido Juan Martín de Pueyrredón, héroe de la defensa de Buenos Aires y patrono de la plaza principal del barrio de San José de Flores, que tenía una posición equidistante de los sectores en pugna que lograron con grandeza salvar sus diferencias. Estos y otros datos constan en el devenir de una profunda reflexión que sobre este histórico acontecimiento realizó Araceli Bellotta, en julio de 2009, en una impecable nota que tituló “Un grito de libertad”.

            Como lo da a entender el politólogo tucumano Julio Saguir en su inédito trabajo “¿Cuál Bicentenario?”, el 9 de julio de 1816 marcó el fin de un proceso que se había iniciado - como municipal  y/o local - el 25 de mayo de 1810 con la nominación de los miembros de la Junta que ejerció el primitivo gobierno patrio a raíz del “primer acto rudimentario de democracia popular por voluntad del vecindario de Buenos Aires” ocurrido en dicha fecha, en opinión del doctor Jorge Horacio Gentile. Este proceso creció, se expandió a la mayoría de las ciudades y provincias que constituirían lo que hoy conocemos como la Argentina; y concluyó con la consagración independentista. 

                    Entonces no parece atinado, en principio, haber celebrado en el 2010 el Bicentenario del nacimiento de la Patria y dentro de cinco años hacer lo propio con el de la independencia. Por el contrario, debemos considerar el fenómeno en forma integral y conmemorar  los doscientos años del aludido proceso.             De ahí que hasta el 9 de julio de 2016 hay tiempo para evocar las sucesivas fases institucionales que se dieron a lo largo del mismo y rendir merecido homenaje a la memoria de sus protagonistas. Sabiéndolo nos aprestamos mejor para celebrar mientras tanto - puntualmente - el centésimo  quinto aniversario de la magna gesta que nos convoca, dado que el fin de un proceso no impide su mirada analítica retrospectiva a la luz también de criterios y vivencias actuales.

                                                      

El autor es vecino florense, abogado y periodista.