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Buenos Aires, Lunes, 25 de Noviembre de 2024 |
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por Ruben Del Grosso Suele decirse, y nosotros suscribimos genéricamente ese concepto, que la democracia, (el gobierno de las mayorías) es de los sistemas políticos conocidos y aplicados a lo largo de la historia, el que mayores garantías ofrece a los ciudadanos, para ser gobernados con justicia, equidad y respeto. Si agregamos que dentro del marco de la democracia, los ciudadanos (el pueblo) eligen libremente a sus autoridades y que tanto mayorías como minorías se encuentran debida y proporcionalmente representadas e integran los órganos de gobierno, el sistema en sí, parecería rayano en la perfección. Sin embargo también suele decirse que ningún sistema es completamente perfecto y el sistema democrático, no es la excepción. Aunque este no es un espacio dedicado a la política, ni al análisis de los acontecimientos políticos que circunstancialmente se producen, entendemos que algunos casos puntuales tienen en su composición y desarrollo una destacada cantidad de aristas que se relacionan muy estrictamente con la cultura, de modo tal, que nos permitiremos mencionarlos y analizarlos desde un punto de vista, que más que político intentará ser de orden fenomenológico. Uno de los más destacados pilares éticos, de todo sistema democrático que se precie, es la libertad de expresión. Nadie podrá negar que, hoy por hoy, dado el entramado tecno-comunicacional, para que dicha libertad de expresión se verifique efectivamente, mayorías y minorías deberán tener acceso entre otras muchas cosas, a determinados medios masivos que, por su poder de penetración horizontal, hace tabla raza, unificando su llegada a todas las capas socioculturales de la población. Esto que parecería ser uno de los instrumentos básicos, un principio fundamental que el sistema democrático ofrece a sus ciudadanos, no siempre funciona así. Los medios masivos de comunicación, en su gran mayoría, pertenecen u obedecen a grandes grupos empresarios. Corporaciones para las que informar o comunicar, es sólo parte de un negocio mayor, y sus intereses se encuentran por lo general, en lugares muy distantes. Ahora bien, no serán estas razones suficientes para descalificar a la democracia, y para negar que constituye uno de los sistemas políticos más íntegros para la estructuración de una sociedad. Lo que queremos destacar y para ello apelamos sólo a un ejemplo, es que dentro mismo del sistema, se producen deformaciones que lo ponen en tela de juicio y que si los ciudadanos no son capaces de advertirlo en su debida dimensión y crear los anticuerpos necesarios para neutralizarlos, corremos el riesgo de que lo que debería ser un sistema político virtuoso, se vea reducido a una mera figuración. Hacemos referencia a todo esto, como introducción para sumergirnos en el tema que queremos analizar. En el último mes de julio la política, cumpliendo con el pleno ejercicio del sistema democrático, produjo dos actos electorales: uno en la provincia de Santa Fe y el otro en la ciudad de Buenos Aires, cuyos resultados que, repetimos, se corresponden con el más estricto ejercicio de la democracia, nos llama poderosamente la atención. Este fenómeno, una elección en la que el treinta por ciento de la población de una provincia votó a favor de un candidato cuyo mérito mayor, en su trayectoria política, fue integrar un trío cómico y el otro, la elección que tuvo lugar en la capital de la república, mediante la cual la ciudadanía se volcó en una abrumadora mayoría, a reelegir a un gobernante que, según nuestro punto de vista, es el mas insigne representante de la ineficiencia, son, sin duda, la realidad. Nosotros desde aquí, no pretendemos bajo ningún punto de vista, interpretar, esa realidad, nada más lejos del fin que perseguimos con esta nota. Mas bien, nuestra intención es, por el contrario, reafirmarla, Reconstruirla, y, mediante una recreación permanente de la misma, dejarla fluir de modo tal, que podamos impregnarnos de ella. Y en todo caso, a partir de esa realidad, aun resultándonos asombrosa, comenzar a construir alternativas que a nuestro modo de ver, puedan resultar mucho más propicias para nosotros y para todos los ciudadanos. Insistimos, estamos convencidos de que la realidad, no es interpretable, la realidad es sólo eso, realidad. Y sólo puede verificarse, si ponemos nuestra atención estrictamente en el acontecimiento, ni antes ni después, ni más lejos ni más cerca, sólo allí, donde aparece, donde se pone de manifiesto. En resumen, la realidad es, según nuestro punto de vista, pura consumación, puro acontecimiento, y el resultado de las dos elecciones a las que nos referimos, vaya si lo fueron. Pero como decimos más arriba, el objeto de esta reflexión, es tratar de describir, de narrar ese acontecimiento con la mayor objetividad de la que seamos capaces, descarnadamente si fuera posible, puntualizándola. Pero por otra parte, prestando mucha atención a las particularidades que puedan llamarnos la atención, y que tal vez, por accesorias nos pasaron desapercibidas. Es aquí donde cabe preguntarnos ¿Qué se percibe con más énfasis para que tal realidad, inconcebiblemente se verifique? Y la respuesta que más inmediatamente nos aparece, es que, el mismo sistema democrático, habilita condiciones de posibilidad, para que algunas estructuras de poder, llámese con más claridad: medios de comunicación hegemónicos, crezcan de tal modo, e influyan con tanta fuerza en el entramado social, que les permita conducirlo, y mediante su influencia, instalar sentido, nublar las mentes, anular la subjetividad. En fin: manipular. Para quienes construimos nuestro sujeto-intelectual en el siglo XX, y nos interesamos por la política y pensamos como sujetos políticos y opinamos y nos comprometimos de una u otra forma con la política, uno de los mayores desvelos estructurales, filosóficamente hablando, con los que supimos lidiar permanentemente, fue conducir nuestro discurso, proviniese de la ideología que proviniese, lo más lejos posible de contradicciones que lo descalificasen o lo envilecieran vaciándolo de contenido y de lógica de sentido. Hoy una importante masa de ciudadanos elige candidatos cuyo principal axioma reza: “nosotros ganamos algunas elecciones, la gente nos acompaña mayoritariamente en otras y nos eligen para conducir los destinos políticos por ejemplo, de la Ciudad de Buenos Aires, porque: ni somos políticos, ni hacemos política, ni hablamos de política”.
Esta sola definición, en nuestra lógica de pensamiento sería una paradoja rayana en el más vasto de los absurdos, sin embargo, para quienes manejan medios cuyo poder, sea capaz de perforar las capas sociales hasta dejarlas absortas, también les será posible instalar otra lógica de sentido en la cual, este discurso resultaría la base principal del éxito. Así conseguirán por ejemplo, que los ciudadanos reduzcan circunstancialmente el sentido de la política. Y asignen poder y habiliten medios para que, quienes con un comportamiento de bufones: saltando, inflando globitos y gobernando con irresponsabilidad, pueden alcanzan el más extraordinario de los éxitos, y ser elegidos por las mayorías populares, para por ejemplo, administrar la ciudad de Buenos Aires. De cualquier manera, advertimos también y en los últimos tiempos son innumerables los ejemplos en el mundo, que si una enfermedad no resultará endémica entre la ciudadanía, es la estupidez. De modo que será esa misma ciudadanía hoy vulnerada por quien mediante metodologías espurias y que tienen el poder de instalar una cultura negativa, y a su vez, para mejor atender su negocio principal precisan de ciudadanos poco organizados, mayoritariamente individualistas, indiferentes a las problemáticas que no los incluyan específicamente, un sujeto poco solidario, de muy bajo nivel participativo y sin compromiso social, la que creará los anticuerpos que le permitan librarse más pronto que tarde de cualquier posible contaminación. Estamos convencidos que será la misma ciudadanía que hoy se manifiesta creando una realidad cuyo vector de sentido parecería apuntar en contrario de si misma, la que motorizará cambios tendientes a restañar cualquier posible desatino y que finalmente, prevalecerá el sentido positivo. Un proceso cultural virtuoso que tendrá por finalidad la abolición del sujeto-robot, del hombre acrítico, sin compromiso social, y cuyas opiniones ligeras le sean impuestas por medios de comunicación, que los manipulan fácilmente convirtiéndolos en títeres del mercado, toda vez que los reducen a la categoría de consumidores, Y así pasar a convertirse en otra clase que imaginamos superior, la de ciudadano íntegro. Para poder constituir un individuo más participativo, más solidario, con mayor sentido de la justicia. Un ciudadano de mirada crítica, un sujeto capaz de asumir y de defender su libertad individual, sin perder de vista el sentido de la solidaridad, como uno de los valores supremos de la sociedad humana.
Ruben Del Grosso |