Buenos Aires, Miércoles, 4 de Diciembre de 2024

Voto, consciente o inconsciente

Por Julio Emperador

Conforme apuntan los psicólogos, nuestros recuerdos y toda la imposición de emociones constituyen una conjunción de los estímulos que como individuos hemos guardado en forma consciente, pero fundamentalmente de todos aquellos que hemos adquirido en forma inconsciente.

 

Los estímulos subliminales, del cualquier sentido que fueren, emitidos de manera más o menos regateada, para evitar su total captación consciente son recopilados un la profundidad de nuestra mente. Ese “almacén” de estímulos que apenas percibimos conservar condiciona nuestro comportamiento. 

 

Los partidos políticos por supuesto conocen en profundidad esta teoría y hábilmente, con métodos publicitarios, la utilizan de forma resuelta para producir una “marca psicológica” en el votante.

 

No es menos cierto que algunos candidatos, o mejor dicho, algunas tendencias ideológicas gustan de hacer un uso intensivo de estas técnicas, restando importancia a enfatizar sus campañas políticas en propuestas de acción. Por el contrario, asimilan sus métodos de gobierno a un procedimiento empresarial, cuyo éxito se basa en la demanda de su producto, léase: gestión de gobierno. Al mismo tiempo, impulsa el buen desempeño de sus ejecutivos de marketing antes que el desarrollo social equilibrado y que la defensa del sector público.

 

A modo de ejemplo, el fondo amarrillo con letras negras, que durante meses bombardeó Buenos Aires, se “coló” en la mente de los porteños y ya forma parte del inconsciente colectivo, le haya prestado o no atención.

 

A la acción manipuladora del inconsciente apunta el procedimiento de marketing, por que así, como cuando adquirimos un producto, la decisión está fundada principalmente en el impulso inconsciente de comprar lo conocido, más que en una elección pensada y analizada.

 

A la hora de votar, nuestro inconsciente también influye para inclinar nuestro voto hacia lo conocido e inmediatamente asocia las imágenes guardadas con una carga de habitualidad. Indudablemente, los estímulos no actúan igual en cada persona. Sin embargo, con esta práctica sutil manipuladora se logra captar adeptos que, de no mediar un análisis consciente y fundamentado del elector, no lo lograría.

 

Volviendo a los partidos políticos, sabemos que todos usan y han usado esta técnica, pero repito, algunos más marcadamente que otros. Con un comportamiento poco íntegro apelan a ella para manipular en masa la mente de los ciudadanos.

 

La intención de esta editorial es meramente reflexiva y constituye un intento por evidenciar que una elección, sea de Jefe de Gobierno, Legisladores, Juntas Comunales o Presidente de la Nación, es un ejercicio democrático trascendente que excede la mera introducción de una boleta en la urna inducidos por nuestro subconsciente.

El verdadero ejercicio democrático pasa en primera instancia por una elección primaria de nuestras propias convicciones respecto al tipo de modelo de sociedad que deseamos integrar. Cuáles son los valores sociales que nos motivan para transitar por la vida y  para relacionarnos con nuestros vecinos, a quienes podemos optar por verlos como clientes o como semejantes. En segunda instancia, pasa por ejercer el derecho al voto siendo fieles a esas convicciones, exigiendo a nuestro juicio por la opción consciente y entorpeciendo los impulsos que nuestro inconsciente nos enviará sin que lo detectemos.