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Buenos Aires, Domingo, 24 de Noviembre de 2024 |
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Por Silvana Emperador Domingo, 26 de junio de 2011. Miles de millonarios y de piratas colmaban uno de los estadios de fútbol más importante de la Argentina: el Monumental. El partido a disputar no era uno más, era el encuentro de vuelta por la Promoción. 110 años de historia millonaria y 106 de pirata se enfrentaban para permanecer en la Primera División del Torneo Néstor Kirchner, en el mejor de los casos, o para ascender a la máxima categoría del fútbol argentino, también por el bien de otros. Depende de dónde se mire la cuestión.
Los debates previos al partido pusieron el acento, una vez más, en la violencia del fútbol y cuestionaron la capa directiva del Club Atlético River Plate. La polémica jugar con público o a puertas cerradas hegemonizó el discurso mediático, que asignaba responsabilidades para explicar posibles incidentes. Al interior del club del barrio de Núñez se definían los responsables de estar al borde de un hecho histórico en materia futbolística, tal como se tituló la noticia al finalizar el partido.
El 1 a 1 ante Belgrano de Córdoba condenó al equipo millonario a transitar el golpe más duro de su larga vida institucional: descender por primera vez a la B Nacional. Pero también significó una gran alegría para los Piratas Celestes de Alberdi, que regresaban a la Primera por cuarta vez en su trayectoria. Los avatares del juego tienen la particularidad de generar la tristeza de algunos y la felicidad de otros. Pero esa característica queda sepultada bajo una catarata de discursos que resaltan la violencia por sobre cualquier otro aspecto.
El descenso de River calificado como hecho histórico futbolístico puede servir como punto de partida para pensar otras situaciones asociadas a los clubes y que pocas veces son consideradas. Correr el eje del debate actual permite ahondar en temas de fondo, más allá de poner en relieve los actos de violencia como algo “natural” del fútbol argentino.
Los clubes surgieron como sociedades en las cuales se agrupan libremente personas con algún punto en común como, por ejemplo, el deporte. En nuestro país, muchos de los clubes sociales y deportivos de hoy en día nacieron a comienzos del Siglo XX: Racing, 1903; Ferro Carril Oeste, 1904; Boca, 1905; Independiente, 1905; Huracán, 1908; por citar algunos. En sus orígenes históricos esas instituciones constituían un espacio de construcción de identidades.
La fuerte ola de inmigración que recibió la Argentina a comienzos del siglo pasado trajo consigo una diversidad amplia de tradiciones, idiosincrasias y costumbres. Desde la escuela se impartían contenidos patrióticos para consolidar el país como una República. Los clubes eran entonces espacios de esparcimiento para españoles, italianos, irlandeses y otras nacionales europeas, y por supuesto para la población local.
Durante todo el Siglo XX la pasión por cada uno de los clubes barriales se afianzó en la población, sumando hinchas fanáticos en cada una de sus tribunas a lo largo de los años. El fútbol se consolidó como el deporte más importante en el ámbito popular argentino. Pero también, en el seno de los clubes, se desarrollaban otros deportes y actividades culturales.
El club de barrio fue durante mucho tiempo un espacio vital para la fusión de identidades diversas así como también para la construcción de aquellas. Con el tiempo, los rasgos de cada cuadro se fueron definiendo y adoptaron características particulares. La pasión por uno u otro club modelaba las identidades y creaba fuertes lazos sociales. ¿Quién no tuvo una barra o un grupo de amigos del club de barrio?
La década del ´90 operó cambios estructurales en los clubes. Los espacios de construcción de identidades se multiplicaron bajo la lógica de la globalización y los clubes vieron reducido su rol social. A nivel institucional también sufrieron fuertes modificaciones, y los factores económicos comenzaron a tener un peso mayor respecto de la función social y deportiva que había dado origen a esas sociedades.
En materia futbolística lo económico ocupó un lugar prioritario. Los contratos para el pase de un jugador, desde su club de origen a otro (nacional o internacional), empezaron a sumar ceros hasta llegar a cifras millonarias. En detrimento de otros deportes y actividades, el fútbol ganó protagonismo en los clubes.
Las comisiones directivas descuidaron la contabilidad de los clubes, apostando todo a la conformación de un equipo futbolístico que lo saque campeón. Así, cuadros como Ferro Carril Oeste, Chacarita, Rosario Central, con destacada trayectoria social y deportiva, descendieron a la B. Hoy, se suman a esa lista triste Huracán, Quilmes y River Plate.
Detrás de la violencia del fútbol argentino, vedette de las noticias deportivas de los últimos días, existen realidades complejas como la crisis institucional de los clubes. La pasión por un cuadro implica aceptar transitar momentos de alegría y momentos de tristeza. Tal como hoy le sucede a Belgrano y a River. La violencia no existe por sí sola, sino que es producto de una serie de acontecimientos de larga data y que exceden lo estrictamente deportivo. Repensar el rol de los clubes quizá ayude a desentrañar esa problemática. |