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Buenos Aires, Jueves, 21 de Noviembre de 2024 |
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El próximo 24 de agosto se cumple un aniversario más del nacimiento de Jorge Luís Borges, mis amigos y compañeros de Puerta Franca, conociendo mi afición a la literatura borgeana, me encargaron que dedicara unas palabras para celebrar este acontecimiento. En primer término diré que me siento muy agradecido por el encargo y que el compromiso que el mismo lleva implícito, es un apasionante desafío. Borges, el Maestro Borges, es la figura que desde todo punto de vista, representa lo más alto de nuestra literatura. Muchísimo (permítaseme el superlativo – diría el maestro –) se dijo, se opinó, y se escribió sobre Borges a lo largo de estos 112 años que median de1899, a la fecha, desde las más crueles defenestraciones, hasta insólitas exaltaciones pueriles, pasando por supuesto, por otras tantas autorizadas y prestigiosas consideraciones vertidas por intelectuales mucho más calificados que yo para opinar, sobre el autor de Ficciones, de manera que en lo que a mi respecta, me limitaré a resumir brevemente, primero, como fue mi abordaje a la literatura de Jorge Luís Borges, y a partir de ello, la fascinante experiencia que resultó para mi vida de lector apasionado, el recorrido por su obra. Como todos (como muchos) de los hombres pertenecientes a mi generación, jóvenes en los años 60 y 70 del siglo pasado, no pude escindirme de una idealización muchas veces extrema y del condicionamiento que ello significó en ese período de la vida, la juventud. Ese encasillamiento ideológico, condicionó por entonces muchos aspectos de mis actitudes y obró por mí, entre otras cosas, en la elección de la literatura. Desde siempre, desde la infancia, fui un lector ávido, compulsivo casi, sin embargo un mandato absurdo me impidió por años, leer a Borges, los justificativos: es un fascista, no le gusta el fútbol, es demasiado hermético, etc. Y la razón principal: no pertenece al campo popular. Me permitiré aquí una pequeña digresión: ¿Cómo definiríamos hoy el campo popular? ¿Podría ser por ejemplo, adjudicándoselo a los electores que mayoritariamente acompañan con su voto a partidos y candidatos políticos de extrema derecha? Digo esto tan solo para justificar la volubilidad de mi carácter y agradecer la lucidez de haber hecho una profunda autocrítica que, aún sin alejarme esencialmente del campo popular, me permitió relacionarme libremente con cualquier aspecto de la realidad y fundamentalmente con el Arte. En algún año de la década del 70, cayó a mis manos un ejemplar de “El libro de arena”, lamentablemente no lo conservo, pero recuerdo haber leído en la contratapa, algo escrito por el propio Borges: “. . . escribo para mi, para mis amigos y para atenuar el curso del tiempo. . .” Estas simples palabras, (tal vez no tan simples) cambiaron para siempre mi punto de vista, e hicieron que en adelante, comenzara a relacionarme para no abandonarla nunca, con la literatura borgeana y no permitir jamás, que el señor Jorge Luís Borges se interpusiera y me privase de disfrutar de una de las obras literarias más extraordinarias del mundo. En adelante yo, pude ser “Tzinacán, mago de la pirámide de Qahaolom”, sometido, torturado, roto; por Pedro de Alvarado. Mi implacable destino, será morir en la profunda prisión, acompañado tan sólo de un jaguar. Y Borges, sería en adelante para mí, “Otto Dietrich zur Linde, que mañana, cuando el reloj de la prisión de las nueve, entrará en la muerte, pues, será fusilado por torturador y asesino. Esos dos destinos fatales, esa frase fatal, la profunda penuria que él y yo compartimos: atenuar el curso del tiempo, nos convertiría a ambos, indistintamente, en preso y en carcelero, cautivos los dos de un idéntico destino: el de su propio Ser. Espero, de mi parte, (creo que él pudo hacerlo antes de morir, yo aún padezco) que “el carcelero me proporciones suficientes rayos de luz para disipar la tiniebla y descifrar la escritura sagrada en las manchas del jaguar” y de ese modo, “confundirme gradualmente con la forma de mi propio destino y ser libremente mis propias circunstancias”. Aguardo paciente la luz que algún día, antes de la hora final, me permita exclamar: “Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir” y “así, también yo aboliré la prisión, y Pedro de Alvarado ya no existirá y seré todopoderoso y regiré la tierra y volveré a ser joven y aboliré la muerte”. Tal como él, que aceptó su destino fatal y lo supo llevar a cuestas tantos años: ni más ni menos que el de Ser Jorge Luís Borges.
Las citas (entre comillas y/o bastardilla) fueron adaptadas para el texto, no son literales. Pertenecen a La escritura del Dios y a Deutsches Réquiem. Ambos, cuentos publicados en El Aleph 1949 – N.D.A. –
Ruben Del Grosso |