Buenos Aires | Martes, 15 de octubre de 2024

1 de Junio de 1978

LA FECHA. El pasado 1º de junio, exactamente a las 13.30, se cumplieron treinta y tres años del momento en que ingresaban al palco oficial de un estadio de River Plate colmado de público los tres comandantes de la junta militar que gobernaba a la Argentina, encabezados por el general Jorge Rafael Videla. Llegaron vestidos de civil para inaugurar el Mundial de Futbol 1978.

Aquel mediodía yo no estuve frente a la televisión. A esa hora sólo observaba el apurado paso de la gente por la calle. Más tarde sí, vi la repetición de la ceremonia, vi cómo en menos de una hora despachaban sus eufóricos discursos los directivos del futbol local y los mandamás de la FIFA; vi a la mayoría del público rezar el Padrenuestro a pedido del cardenal primado de la Argentina, Juan Carlos Aramburu y escuché al monseñor transmitir la bendición del Papa Paulo VI; por último, también vi y escuché al jefe de los dictadores de turno cerrar la lista de oradores, antes de dar paso al espectáculo gimnástico, bajo la atenta mirada tutelar de Henry Kissinger, Secretario de Estado de los Estados Unidos e invitado especial en el palco.

La breve arenga con que Videla dejó oficialmente inaugurado el campeonato señaló, entre otras cosas: “…pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz que todos deseamos para todo el mundo; esa paz dentro de cuyo marco el hombre puede realizarse plenamente como persona, con dignidad y libertad”.

VECINOS. A mil metros de allí —mientras esa multitud, estimulada por los locutores, gozaba del espectáculo previo al primer partido, el de Alemania contra Polonia y dispensaba sus aplausos a la Junta, a la banda del Colegio Militar y a los gimnastas —en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, la ESMA, posiblemente el principal centro de torturas y exterminio de la época, se seguía ejecutando el plan de tareas asignado. La única variante introducida por el campeonato en esa rutina fue que a diferencia de los meses anteriores, ahora los guardias, los torturadores y los asesinos, comentaban a los gritos la transmisión, su modo particular de compartir el acontecimiento con los secuestrados que aguardaban la próxima sesión de torturas o su traslado hacia la muerte, hundidos en el río o en el mar. En el resto de los campos clandestinos, utilizaron variantes del mismo mecanismo. En las cárceles oficiales donde habían concentrado a los “blanqueados”, desparramadas por todo el territorio nacional, a través de los altavoces ubicados en cada pabellón repetían durante todo el día la marcha con la que desde hacía semanas los medios de comunicación venían saturando cada rincón del país: “Veinticinco millones de argentinos, jugaremos el mundial…”

En River, los locutores llenaban cada hueco de la ceremonia con invocaciones a la paz y a Dios, uno de los mensajes predilectos con que la dictadura intentaba mostrar una Argentina en paz para contrarrestar las informaciones y testimonios que alrededor del mundo, sobre todo en Europa, desnudaban los que sucedía aquí, que los militares habían bautizado como “campaña antiargentina”.

Con ese fin instalaron en la ESMA una oficina especial, que utilizó trabajo esclavo de los allí desaparecidos. En su delirio, Massera imaginó que esa estructura podía servirle para instalar su imagen de referente político y candidato a presidente en futuras elecciones. El mismo propósito tuvo la aparición, el 1º de agosto de 1978, del diario Convicción, financiado por la Marina y dirigido por el periodista Hugo Ezequiel Lezama, al tanto de esos planes, que en el intento por enmascararlos contrató un staff de reconocidos periodistas profesionales.

EL OTRO ESCENARIO. Cuando a las 15 hs. de ese 1º de junio, en la cancha de River comenzaba el partido, en otro lugar de la misma Buenos Aires, en la Plaza de Mayo, reiniciaba su recorrido alrededor de la Pirámide un grupo de mujeres que desde hacía varios jueves se venía congregando allí, cuyo nombre se empezó a difundir por el mundo como el de las Madres de Plaza de Mayo. Un pequeño número de periodistas extranjeros les hacía compañía y les servía de protección. La mayoría eran holandeses, cuyas fotografías y filmaciones, a partir de emitirse por la televisión de su país, empezaron a recorrer el mundo permitiendo que el drama argentino se empezara a visualizar bajo una nueva dimensión. El núcleo inicial de esas rondas era reducido y ni siquiera todas, por prejuicio, vergüenza o temor, se atrevían a usar el pañuelo blanco. Les llevó un tiempo instalarlo como el símbolo, un emblema que hasta hoy las identifica. Ese 1º de junio también estuvo con ellas uno solo de los futbolistas que vino a disputar el Mundial, pero que faltó a la ceremonia oficial porque prefirió acompañarlas: su nombre es Ronni Hellstrom y era el arquero de la selección sueca.

LOS MEDIOS. Durante esos años, especialmente aquellas jornadas, la prensa local, gráfica, radial y televisiva, jugó mayoritariamente un papel lamentable cuando no de cómplice, instigadora y/o beneficiaria del accionar dictatorial. Encabezaban el lote todas las publicaciones de Editorial Atlántida (El Gráfico, Para Ti, Gente, Somos), que no sólo formaron parte de los operativos de prensa dictatoriales, sino con columnistas destacados colaborando o directamente integrados a los servicios de inteligencia.

El 6 de junio de 1978, El Gráfico escribía: “…Para los de afuera, para todo ese periodismo insidioso y malintencionado que durante meses montó una campaña de mentiras acerca de la Argentina, este certamen le está revelando al mundo la realidad de nuestro país y su capacidad de hacer, con responsabilidad y bien, cosas importantes (…) Para los de adentro, para los descreídos que teníamos en nuestra propia casa, estamos seguros de que el Mundial ha servido para sacudirlos, emocionarlos y enorgullecerlos. Un país como el nuestro tan golpeado y tan caído después de las duras experiencias pasadas, se está demostrando a sí mismo sus enormes posibilidades de realización. Y esto no tiene nada que ver con los resultados futbolísticos. Argentina ya ganó su Mundial…”

Samuel “Chiche” Gelblum, hoy conductor de varios programas y columnista del grupo Clarín, durante aquellos años era secretario de redacción de la revista Gente. Desde ese lugar, colaboró con los servicios de inteligencia de la dictadura. Entre otras cosas, anunció con un año de anticipación la muerte de Norma Arrostito, entonces una de las secuestradas en la ESMA.

La revista Para Ti, fue un instrumento importante en la política contra la llamada “campaña antiargentina”. Hasta sacó ediciones especiales donde repartía gratis centenares de postales para que sus lectores escribieran mensajes de apoyo al gobierno dictatorial, a domicilios en el exterior señalados por sus editores.

MAGNIFICA INAUGURACION DEL CAMPEONATO MUNDIAL, tituló en su tapa el diario Clarín del 2 de junio de 1978, con caracteres destacados, mientras en páginas interiores reproducía el discurso de Videla y se deshacía en alabanzas. El 26 de junio publicó a toda tapa la foto de una muchedumbre gritando y, sobreimpresa, la leyenda: ARGENTINA CAMPEON MUNDIAL. El resto de la edición sólo era un panegírico del gobierno. Una de las notas decía: “…Este deporte tenía la ventaja adicional de concentrar la atención mundial, permitiendo borrar de una vez las imágenes falaces que se propagan sobre nuestro país en el exterior, y las propias sensaciones, interiorizadas de quietismo o incapacidad…”

La voz de José María Muñoz por Radio Rivadavia, fue no sólo la del relator de fútbol, sino la de un apologista fervoroso de la dictadura, mientras otro personaje, Raúl Portal, atendía en la cancillería a los periodistas extranjeros.

SI HABLAMOS DE HONESTOS. ¿Qué se puede decir de la mentada rectitud y honradez de quienes comandaron el Ente Argentina Mundial ´78 (EAM´78)? Es conocido que el presidente designado por los mandones de turno fue el general Omar Actis, supuestamente asesinado por los Montoneros antes de asumir el cargo, pero con firmes sospechas que quienes realmente lo mataron fueron agentes de la Armada para quedarse con la conducción del Ente y el manejo del dinero. Tal es así que quien lo reemplazó fue el almirante Carlos Lacoste, que según cálculos de ellos mismos elevó el presupuesto de los u$s 70 millones iniciales a u$s 700 millones, es decir diez veces más, nunca rendidos.

AUN FALTA. Treinta y tres años después subsiste una polémica no saldada:

¿el futbol fue un instrumento consciente al servicio de la dictadura?

¿los futbolistas, incluido Menotti, sabían lo que pasaba, se prestaron o actuaron como gran parte de la sociedad en la que estaban inmersos, ignorando, no queriendo saber, no escuchando?

¿tenían opciones?

Estos y otros temas pendientes son los que los argentinos, como sociedad, deberemos seguir sincerando, si queremos contribuir a que, con memoria, verdad y justicia, las heridas cicatricen.

AUSENCIA JUSTIFICADA. Aquel 1º de junio yo no vi la inauguración. Ese mediodía estaba con mi familia en una pizzería ubicada a media cuadra de la plaza 1º de Mayo, en pleno centro de Paraná, la hermosa capital entrerriana que desde arriba admira y respeta la majestad del río. Mientras por la calle circulaba la gente apurada por llegar a su casa y encender el televisor para presenciar el comienzo del mundial, nosotros esperábamos la comida, porque a esa hora nuestra preocupación no estaba centrada en el futbol, sino en la fuente cargada con milanesas de surubí que teníamos delante, ese manjar que hacía cuatro años no probaba y que dos días atrás nos habíamos prometido, cuando me trajeron de vuelta desde la cárcel de Resistencia (Chaco) y el Comando de brigada amplió a la ciudad el marco de mi prisión.

Mauricio Epstejn

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